LA PIEL

La piel es el órgano más grande, más pesado y externo del cuerpo humano. Si la piel de una persona adulta de 70 kilogramos fuese estirada, cubriría más de dos metros cuadrados y pesaría cerca de 4 kilogramos.
Es esencial para la supervivencia de una persona pues cumple diversas funciones vitales, entre las que se incluyen la protección contra agentes externos (primera gran defensa del organismo), la regulación de la temperatura corporal mediante la producción de sudor y la dilatación o constricción de los vasos sanguíneos, la percepción sensorial y la síntesis de vitamina D. A su vez es un depósito o reservorio de múltiples sustancias como minerales, grasas, hormonas, vitaminas, entre otras. Es un órgano emuntorio pues también permite la eliminación de distintas sustancias a través del sudor y la secreción sebácea.
La piel difiere de una región a otra, habiendo zonas más gruesas como la planta de los pies y las palmas de las manos, y hay zonas más finas que constituyen los párpados, los pliegues o superficies de flexión y extensión.
Está compuesta por varias capas, cada una con funciones específicas:
Epidermis: Es la capa más externa y actúa como barrera protectora. Contiene células llamadas queratinocitos que producen queratina, una proteína que proporciona resistencia y elasticidad a la piel.
Dermis: Se encuentra debajo de la epidermis y contiene vasos sanguíneos, nervios, folículos pilosos y glándulas sudoríparas. La dermis proporciona soporte estructural y es responsable de la sensación táctil.
Hipodermis o tejido subcutáneo: Es la capa más profunda de la piel y contiene tejido adiposo que actúa como aislante térmico y reserva de energía. También conecta la piel con los músculos y huesos.
El cuidado adecuado de la piel incluye la limpieza regular, la protección contra la exposición excesiva al sol, la hidratación y la atención a posibles problemas dermatológicos. En caso de enfermedades cutáneas o problemas graves, es recomendable buscar la atención de un dermatólogo o un profesional de la salud